domingo, 20 de diciembre de 2009

Yo Confieso (2ª Edición)

De acuerdo. No puedo ocultarlo más. Lo confieso. Soy heterosexual.

Ya se que suena asqueroso, sobre todo por lo retrógrado, pero es que veo a algunas mujeres y no puedo evitar que me gusten. En cambio, por más que miro a los hombres, no consigo sentir nada. Y eso que tengo buen gusto y me fijo en especímenes de élite, como David Beckham y Brad Pitt. Pero nada, oye. Ni fu, ni fa, ni na de na.

Lo admito, soy un cabrón que va ofendiendo a las mujeres y reduciéndolas a meros objetos con mis miradas furtivas a las minifaldas. Soy muy consciente de que ellas se ponen esos escasos centímetros de tela, esos tops ajustados y dejan parte del tanga visible, exclusivamente para sentirse cómodas, atractivas y seguras de su feminidad y de su imagen. Y también tengo muy claro que no lo hacen para que alguien como yo, un machista asqueroso, las mire con asquerosa lascivia.

Apenas se como consigo mirarme al espejo, sabiendo que soy un sucio falócrata. Pero pónganse en mi lugar, e intenten por un momento ver mi sufrimiento. Ser heterosexual en la sociedad actual es muy duro.

En primer lugar decidí revelar mi condición a mi mejor amiga. Siempre me había sentido muy cómodo con ella porque tenia tantos pelos en las piernas como yo, y casi el mismo bigote, y además fue ella la que me enseñó a jugar al futbol. Pero a la hora de la verdad se ofendió tanto que me tiró todos sus DVD's de Almodovar a la cabeza. Eso me dolió, pero más me dolió su rechazo cuando se negó a oir mis explicaciones y me echó de su casa. Me dolió casi más que el golpe con la estatua de bronce de la osa y el madroño que se compró hace dos semanas como nuevo símbolo de la lucha contra la opresión masculina. Y es que en el fondo me merecía esa fractura de craneo. Acabé en urgencias.

Por otra parte, cuando se enteraron en mi empresa, cortaron de raiz mi ascenso. El jefe me dijo que el otro 50% de la junta directiva se negó a aceptarme porque podría crear "tensión sexual" y "caer en el acoso". Desde luego la culpa es mía. ¿Como se me ocurre pensar en un ascenso sabiendo mi condición de animal desbordado por las hormonas y posible violador?

Y no solo eso, sino que poco después me despidieron, ya que mi frustración junto con mi condición heterosexual me convertían en "una amenaza potencial para mis compañeras". Me lo explicó todo el CEO de la compañía. Un tio muy simpático, que me dejaba sus CDs de George Michael y me contaba sus viajes a San Francisco en vacaciones, pero desde que se enteró de lo mio ya no me trataba igual.

De todos modos no me importa. Habría tenido que dimitir, ya que empezaba a sentirme discriminado. Que me para mi cumpleaños me dejaran en la mesa una vagina en lata con una nota "para que te alivies" tenia cierta gracia. Lo que no tuvo gracia fue que me echaran bromuro en el café sistemáticamente durante dos semanas. Tuve una intoxicación del carajo. Acabé en urgencias.

Curiosamente, mi familia se lo ha tomado bien. Mi padre parece casi aliviado y todo. Claro que él también ha sido siempre bastante heterosexual. Mi madre no le ha dado mayor importancia. Ella afirma que me quiere sea como sea.

Mi hermana en cambio no se lo ha tomado tan bien. Me dijo que no me volvería a presentar a ninguna de sus amigas, porque parece ser que ya no soy nada "cool". Y es que esta chica se lo toma todo a la tremenda. El otro día, por ejemplo, comenté durante el almuerzo que se podría celebrar "El día del orgullo heterosexual" me llamó insensible, idiota, y de todo menos bonito, y me tiró un plato de sopa hirviendo en las piernas. En el fondo la culpa es mía. No se debe hablar de esos temas en la mesa. Lo que pasa es que mi naturaleza bruta me puede a veces. Si es que me lo busco. Por calenturiento me gané unas quemaduras de segundo grado. Y acabé en urgencias.

Pero, aún sufriendo las quemaduras, me parece buena idea eso del desfile del orgullo hetero. Saldríamos todos bien vestidos, bailaríamos por las calles, e intentaríamos ligar con toda chicas que pasara por allí. Y nadie podría decir que somos unos buitres o unos machistas, porque a fin de cuentas, sería nuestro día, nuestro desfile, y tendríamos carta blanca. Beberíamos hasta caer en coma etílico, y acabar en urgencias.

Decía Antonio Gala que salió del armario "porque estaba lleno de maricones". Pero los heterosexuales no tenemos ni siquiera un armario en el que escondernos cuando la cosa se pone fea.

Por suerte, después de una larga travesía por el desierto, entré en una peña futbolística. Y ya no pido celebrar el día del orgullo hetero porque cada domingo lo celebro acudiendo al estadio en manada, con la bandera y la camiseta de mi equipo, a gritar como un simio e insultar al arbitro.

Curiosamente, en la misma grada, diez filas más arriba, hay una peña gay. Un día tiraron una botella al árbitro y me dió en la cabeza. Acabé en urgencias. Pero no me importa. El que quiera entender, que entienda.

P.D: También me acabé echando novia. Es enfermera de urgencias. Ya saben, el roce hace el cariño...