jueves, 23 de marzo de 2017

Canfranc

Sentado en la vía del tren, como Otis Redding en el muelle de la bahía.

Esperando.

Esperando.

Esperando.

Esperando.

Pero no hay olas en este mar de asfalto insalubre. Ni una brisa de viento que empuje las velas de los trenes que no pasan. Que ya no vuelan sobre maderos e hierros. Que ya ni siquiera se arrastran, como se arrastra un crucerista aborregado entre ruinas romanas de cualquier ciudad portuaria. Si acaso resuena un lejano eco de los trenes que pasaron, pero se pierde entre los árboles de las montañas y es cada vez más tenue.

Sentado. Esperando. Mirando al cielo. Que, como leí en un lugar hermoso, vuela sobre nuestras cabezas, observando impasible, sin juicios ni sentencias.

Y qué más da. La espera. La vía. Los trenes. Las olas. El viento. El cielo. Qué mas da.

Si me late el corazón, y tengo aire para respirar. Si tengo manos para construir y pies para no huir. Si tengo ojos para reír y boca para callar.

Si estoy vivo.

Sí, estoy vivo.

jueves, 16 de marzo de 2017

Todo negro

No se que pasa que lo veo todo negro.

Será que todas las luces están apagadas. Será que la casa duerme arropada por la madrugada. Será que hasta las farolas de la calle hoy están agotadas de iluminar. Y todo está oscuro.

"Hello darkness, my old friend", pienso.

Y siento que esa oscuridad, fría, áspera, cruel, me invade.

Pero esta noche se lo permito. Esta noche no quiero luchar, estoy cansado de ponerle barreras. Estoy cansado de sentirla como un ente ajeno al que tengo que expulsar. Hoy no.

Hoy, esta noche, la dejo pasar. La quiero hacer mía. Es mi oscuridad. Mi negrura. Mi dolor. Mi llanto. Soy yo.

Le doy la bienvenida. La dejo bajar por mi garganta, cortándome la voz, ahogando un grito. La dejo invadir mis pulmones impidiéndome respirar. La dejo abrazar mis tripas, sintiendo como las encoje, las pellizca y las revuelve. La dejo transpirar hasta mi piel, erizando mi vello y helando mi sudor. La dejo invadir mi mirada para cegar lo poco que veía en la oscuridad.

Y me dejo llevar, flotando en la negrura, sin sentir ya ni las sábanas que me arropaban ni el colchón que me acogía. Sólo yo con mi oscuridad siendo uno.

Hasta quedarme dormido, sin saber si por la mañana seguiré siendo yo o solo quedará esa oscuridad.