sábado, 17 de noviembre de 2018

Momentos

Aún hay momentos en los que siento la oscuridad. Momentos en los que aún quiero que todo arda.

Hay momentos en los que no soy más que un nudo en la boca del estómago o el rastro que deja una lágrima en la mejilla. Momentos en los que soy un granito de arena en el Sahara. Una duda con patas. Un llanto ambulante. Un ovillo bajo la almohada. Una escapatoria sin salida.

Hay momentos en los que soy todas las palabras que no dije. Y todas las que dije pero no comunicaban lo que siento. Momentos en los que soy incomunicación, aislamiento. Una foto sin flash en mitad de la noche. Una nada llena de... nada.

Hay momentos en los que mi pecho es la piedra que sostiene al mundo, aguantando un peso inaguantable. Sosteniendo una respiración insostenible. Un corazón latiendo por inercia agarrándose al borde del precipicio.

Hay momentos en los que desearía no ser yo.

Pero es lo que soy. Lo soy. En todo momento.

martes, 6 de noviembre de 2018

Una reflexión rápida

Es curioso.

Encuentro a un montón de gente que, hartos de todo, dicen que están deseando perderse.

Yo, en cambio, estoy deseando encontrarme. Y me parece mucho más complicado. Llevo toda la vida intentándolo...

domingo, 14 de octubre de 2018

Self

No soy gran cosa. Muchos dirían que mi vida carece de interés. Y seguramente tengan algo de razón, como casi todo el mundo. Y como las vidas de casi todo el mundo. Pero no por ello dejan de ser valiosas.

Mi familia es toda heterosexual. Mis padres llevan más de 40 años casados. Ha habido alguna discusión entre ellos, pero en 40 años es lo menos que se puede pedir. Algún grito alguna vez, pero se pueden contar con los dedos de una mano, y apuesto a que algún dedo sobraría. Estoy bastante convencido de haber sido sobreprotegido en mi infancia y adolescencia, con lo cual tengo algún miedo de más, y no soy especialmente dado a confiar de primeras en la gente. Con mis hermanos me llevaba mal de pequeño, y mejor de mayor. Resumiendo: ninguna disfunción que se salga de los márgenes.

Como estudiante fui de más a menos, conforme más esfuerzo requería la tarea. Es la maldición del inteligente. Si no te cuesta trabajo aprender, no desarrollas cultura de trabajo. Pero la inteligencia tiene un límite y llega el día que requieres de esa capacidad de esfuerzo que, ups, no has adquirido. Pero al final, a base de suspensos, te acabas dando cuenta de que no queda otra que currarse los aprobados, y por lo civil o por lo penal, acabas adquiriéndola. O eso, o dejar los estudios. Pero llegados a cierto punto no merecía la pena abandonar.

Al menos he tenido la suerte de que me llamara una profesión que parece tener un buen futuro y nicho laboral. Tengo un trabajo de oficina. Ocho horas diarias, o más, sentado delante de una pantalla y un teclado. Reuniones, alguna llamada, algún café con los compañeros, en un puesto que sería poco más que cabo primero si estuviera en el mundo militar. Hay días de cierta tensión y días con risas. Y días con ambas cosas. Mi jefe no es un cabrón al que pueda culpar de todos los males del universo, y no hay ningún Sánchez o Benitez al que pueda acusar de vago o, por el contrario, de haberme robado un ascenso porque "en realidad el que sabe soy yo". Tengo un buen sueldo, buenos compañeros, y me siento valorado.

No soy ni guapo ni feo. Tengo cierto atractivo para ciertas miradas, y han halago más de una vez mi voz y mis manos, pero tengo la nariz grande y los ojos pequeños, y un pelo indomable. Al menos lo conservo todo y sin apenas canas, lo que dado mi edad ya es todo un logro. No estoy fibroso de gimnasio, pero tampoco gordo, aunque tengo mi dosis de tripita, que intento mantener a raya con más o menos éxito dependiendo de la época del año.

No soy antisistema ni tengo ninguna ideología extremista. Mi nacionalismo va poco más allá de mi barrio, apenas alcanza mi ciudad y su equipo de fútbol, mi sistema es mi familia y la gente cercana a la que quiero. Si viviera en una utopía comunista, mi sistema seguiría siendo mi familia y la gente cercana a la que quiero. Si viviera en un sistema feudal de la edad media, mi sistema seguiría siendo mi familia y la gente cercana a la que quiero. Nada de lo que hay por encima e ellos me puede doler. Me parecerá justo o injusto, y en la medida que pueda lucharé para que ellos y yo tengamos la mejor vida posible, pero no tengo ánimo de cambiar el mundo.

No quiero vivir dando la vuelta al mundo con un trabajo exótico, ni siquiera quiero vivir sin trabajar. No quiero ser millonario, ni CEO de una gran empresa. Igual estaría bien, pero también está bien trabajar y tener una rutina, un asidero de normalidad. No quiero salvar el mundo, me conformo con no destruir la parte que me toca. No quiero sacar a inmigrantes del agua en el Mediterraneo, me conformo con donar mensualmente a una ONG.

Soy lo que muchos llamarían "un tipo gris". Una medianía. Un tío normal. Un Don Nadie. John Doe. Fulanito. Pero me da igual. No me importa.

Solo quiero disfrutar de comer una buena hamburguesa de vez en cuando. De alguna copa de vino con la cena cuando pueda. De las nubes pasando tras un día de lluvia, o del aire en la cara en cualquier mañana de otoño. De la escena inicial de La La Land, o de pasar miedo con "Dejame Salir". De pegar una bola recta y larga en el campo de golf un par de veces al mes.

Puede que algún día escriba un libro y me haga famoso. Puede que alguna palabra que yo diga, algún trozo de código que escriba, o algún invento que ingenie, cambie algo y el mundo se vuelva un lugar mejor. Pero lo veo poco probable. Puede que algún día tenga un hijo, un nieto o cualquier descendiente lejano que logre algo así. Pero desde luego no me siento responsable ni siquiera de intentarlo.

Solo quiero amar con tranquilidad, y sentirme amado, por los míos, por mi gente. Por quien me quiera querer sin pedir nada a cambio. 

Solo quiero ser yo.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Now

Miro una flor. Es hermosa. Amarilla.

No es perfecta. Pero es hermosa. Tiene una hendidura en el borde de uno de sus pétalos, como si un ser diminuto, algún duende travieso, hubiera sufrido un ataque de hambre al verla y no se hubiera podido resistir. Y aun así es hermosa, aunque no sea perfecta.

Su color tan amarillo, tan particular, se debe a que, cuando el sol la ilumina, sus pétalos absorben la luz de otros colores, y de todo el espectro visible, solo refleja la frecuencia que nosotros percibimos como amarillo. Con ese tono amarillo tan particular que la hace hermosa. Es una razón de lo más mundana, no tiene nada de romanticismo. No tiene nada de místico. Y aun así, es una flor hermosa, y no deja de serlo porque su color se deba simplemente a una razón mundana y perfectamente explicable como un fenómeno físico.

Aunque esté rodeada de barro no es menos bella. Aunque sepa que hace unos meses solo era una semilla marrón, pequeña, imperceptible y enterrada. No me importa lo más mínimo. Ahora es una flor. Y es hermosa. Y no deja de serlo por haber sido otra cosa antes, ni porque los alrededores sean feos.

Tampoco me importa que puede que en el futuro se marchite. Todo en esta vida se marchita. Todo perece. Yo mismo mientras tecleo estas palabras ya soy más viejo que cuando escribí "Miro una flor" unas lineas más arriba. Es inevitable. E inexorable. Y puede que nunca ocurra.

Y me da igual: ahora es una flor, y es hermosa. Y no deja de ser hermosa por lo que pase en el futuro.

Puede que el año pasado, en ese lugar, hubiera otra flor amarilla. Puede que en aquel momento me pareciera la más bella de las flores, y que la haya olvidado porque se marchitó en un segundo. Pero eso no significa que la flor que miro ahora no sea la más bella de las flores. Ni significa que se tenga que marchitar igual de rápido. Ahora es una flor, y es hermosa. Y no va a dejar de serlo porque hubiera otras flores. Ni porque se marchitaran. 

Y aunque pasemos la vida rodeados de flores hermosas, se nos olvidan las flores. Nos perdemos en cuestionarnos por qué habrá crecido una flor en dicho sitio. Preguntándonos por qué tendrá esa pequeña imperfección. Elucubrando cuando se marchitará. Calculando cuanta agua hará falta. Preocupándonos de regar de más o de menos. Comparando nuestras flores con las demás flores. Pensando en que el color se debe a tal o cual frecuencia de luz. Buscando razones para decidir si es hermosa o fea. Perdiendo el tiempo.

En vez de simplemente mirar la flor. Olerla. Apreciarla. Amarla. Y olvidarse de todo lo demás, que ni ha importado, ni importa, ni nunca importará.

martes, 19 de junio de 2018

It is inevitable...


... he becomes OBSOLETE

Because the things that define him become OBSOLETE

These things are part of who he is and now they are IRRELEVANT

Typewriters, cursive handwriting, dictionaries, encyclopedias, landlines, operators, payphones, mail, conversation, touch, sympathy, empathy, love, privacy,


tradition, convention, lineage, morality, compassion, eye contact, history, family

We aren't anything but prey


miércoles, 4 de abril de 2018

¿Cómo romper un muro si no tiene piedras?
¿Cómo romper un silencio si no me sale la voz?
¿Cómo construir una casa si perdí mis herramientas?
¿Cómo no caer si no sientes el suelo bajo los pies?

Descalzo, con las manos desnudas y los nudillos en carne viva de golpear la pared. Con hambre y sed. Con lágrimas. Con una brújula estropeada, una plomada sin cuerda y un pico romo.

Con voluntad. Con pura, dura, desnortada e inútil voluntad.

Y nada más.