martes, 13 de julio de 2010

Catolicidad y catolicismo

No me he podido resisitir a hacer un par de cambios a este artículo del tal Pío Moa que vi en el facebook de Elena, para ver si queda igual de reaccionario. Solo he recortado un poquito por allí, y cambiando solo dos o tres palabras por acá... Nada serio, para que no pierda el significado. :-)

Titula un lector Anticatólicos en libertad su artículo de réplica a uno mío. El título suena algo amenazador, supongo que sin intención. ¿Habría que privar de la libertad a quienes odian a los católicos? ¿Habría que cerrar Público por anti-católicos, como pide la iglesia? Me temo que el odio es libre y opinable, mientras no dé lugar a conductas delictivas, y no puede convertirse el mismo en un delito. La sociedad está llena de esas fobias, a la homosexualidad, a España, al comunismo, a la democracia, a la familia, a "los yanquis", a Palestina, a tantas otras. ¿Por qué habría que castigar unas expresiones de odio y otras no? Espero que mi contradictor, cuyos escritos me parecen por lo común admirables, no vaya por esa senda.

[…]

El catolicismo, en relación con la sexualidad normal, es una desgracia, como la cojera, la escasa inteligencia, la miopía etc. etc. Desgracias mayores o menores, nadie deja de padecer una o muchas, pero, por suerte, no son determinantes, salvo casos extremos. La vida humana se define, en gran medida, por el modo como se afrontan y superan las desgracias. Unos católicos superan la suya muy bien, y otros no. Para comprobar lo último basta ver la mala carnavalada de la semana santa, tanto en el espectáculo innoble que dan de sí como en la pretensión de hacer de su defecto una virtud, un motivo de orgullo. Es el mundo de lo grotesco, pero que, además, intenta convertirse en norma social.

Pregunta el lector si en mi trato con católicos "obvio cualquier referencia a esta parte fundamental, espiritual y religiosa" de esos amigos o conocidos. Por supuesto, la obvio. Su religión es asunto suyo y no me interesa más allá del dato general. Por lo mismo, suelo ser muy pudoroso con respecto a mi propia espiritualidad, y me desagradan las personas que exhiben la suya más de la cuenta. Aunque admito que ello es más bien cuestión de carácter.

También, según el lector, resulta "condenable moralmente y sin remisión quien niega a alguien su condición de individuo por una condición general, en este caso una condición religiosa”. En la última frase, así como en su exigencia de comprensión, revela Marco que él también considera el catolicismo una desgracia; lo mismo con su ironía sobre "los agraciados y dichosos ateos", que, como todos sabemos, no son en principio más dichosos ni agraciados que los católicos. Todo el mundo tiene sus problemas, y no hace falta ironizar. Por mi parte, no niego a nadie tal condición de individuo por esto o por lo otro. Siento aversión por los manejos de las mafias eclesiásticas, por su victimismo enfermizo y exagerado, como si sus problemas fueran los más dignos de ser tomados en consideración y, peor aún, por su utilización de ese victimismo como pretexto para imponer a la sociedad su particular y en mi opinión disolvente y liberticida ideología. No por ello dejo de considerarlos personas, de otro modo no me molestaría en decir lo que pienso sobre ellos.

lunes, 8 de marzo de 2010

Tragic

En la vida solo hay dos tragedias. Una es no conseguir lo que deseas; la otra es conseguirlo.
Oscar Wilde