domingo, 14 de octubre de 2018

Self

No soy gran cosa. Muchos dirían que mi vida carece de interés. Y seguramente tengan algo de razón, como casi todo el mundo. Y como las vidas de casi todo el mundo. Pero no por ello dejan de ser valiosas.

Mi familia es toda heterosexual. Mis padres llevan más de 40 años casados. Ha habido alguna discusión entre ellos, pero en 40 años es lo menos que se puede pedir. Algún grito alguna vez, pero se pueden contar con los dedos de una mano, y apuesto a que algún dedo sobraría. Estoy bastante convencido de haber sido sobreprotegido en mi infancia y adolescencia, con lo cual tengo algún miedo de más, y no soy especialmente dado a confiar de primeras en la gente. Con mis hermanos me llevaba mal de pequeño, y mejor de mayor. Resumiendo: ninguna disfunción que se salga de los márgenes.

Como estudiante fui de más a menos, conforme más esfuerzo requería la tarea. Es la maldición del inteligente. Si no te cuesta trabajo aprender, no desarrollas cultura de trabajo. Pero la inteligencia tiene un límite y llega el día que requieres de esa capacidad de esfuerzo que, ups, no has adquirido. Pero al final, a base de suspensos, te acabas dando cuenta de que no queda otra que currarse los aprobados, y por lo civil o por lo penal, acabas adquiriéndola. O eso, o dejar los estudios. Pero llegados a cierto punto no merecía la pena abandonar.

Al menos he tenido la suerte de que me llamara una profesión que parece tener un buen futuro y nicho laboral. Tengo un trabajo de oficina. Ocho horas diarias, o más, sentado delante de una pantalla y un teclado. Reuniones, alguna llamada, algún café con los compañeros, en un puesto que sería poco más que cabo primero si estuviera en el mundo militar. Hay días de cierta tensión y días con risas. Y días con ambas cosas. Mi jefe no es un cabrón al que pueda culpar de todos los males del universo, y no hay ningún Sánchez o Benitez al que pueda acusar de vago o, por el contrario, de haberme robado un ascenso porque "en realidad el que sabe soy yo". Tengo un buen sueldo, buenos compañeros, y me siento valorado.

No soy ni guapo ni feo. Tengo cierto atractivo para ciertas miradas, y han halago más de una vez mi voz y mis manos, pero tengo la nariz grande y los ojos pequeños, y un pelo indomable. Al menos lo conservo todo y sin apenas canas, lo que dado mi edad ya es todo un logro. No estoy fibroso de gimnasio, pero tampoco gordo, aunque tengo mi dosis de tripita, que intento mantener a raya con más o menos éxito dependiendo de la época del año.

No soy antisistema ni tengo ninguna ideología extremista. Mi nacionalismo va poco más allá de mi barrio, apenas alcanza mi ciudad y su equipo de fútbol, mi sistema es mi familia y la gente cercana a la que quiero. Si viviera en una utopía comunista, mi sistema seguiría siendo mi familia y la gente cercana a la que quiero. Si viviera en un sistema feudal de la edad media, mi sistema seguiría siendo mi familia y la gente cercana a la que quiero. Nada de lo que hay por encima e ellos me puede doler. Me parecerá justo o injusto, y en la medida que pueda lucharé para que ellos y yo tengamos la mejor vida posible, pero no tengo ánimo de cambiar el mundo.

No quiero vivir dando la vuelta al mundo con un trabajo exótico, ni siquiera quiero vivir sin trabajar. No quiero ser millonario, ni CEO de una gran empresa. Igual estaría bien, pero también está bien trabajar y tener una rutina, un asidero de normalidad. No quiero salvar el mundo, me conformo con no destruir la parte que me toca. No quiero sacar a inmigrantes del agua en el Mediterraneo, me conformo con donar mensualmente a una ONG.

Soy lo que muchos llamarían "un tipo gris". Una medianía. Un tío normal. Un Don Nadie. John Doe. Fulanito. Pero me da igual. No me importa.

Solo quiero disfrutar de comer una buena hamburguesa de vez en cuando. De alguna copa de vino con la cena cuando pueda. De las nubes pasando tras un día de lluvia, o del aire en la cara en cualquier mañana de otoño. De la escena inicial de La La Land, o de pasar miedo con "Dejame Salir". De pegar una bola recta y larga en el campo de golf un par de veces al mes.

Puede que algún día escriba un libro y me haga famoso. Puede que alguna palabra que yo diga, algún trozo de código que escriba, o algún invento que ingenie, cambie algo y el mundo se vuelva un lugar mejor. Pero lo veo poco probable. Puede que algún día tenga un hijo, un nieto o cualquier descendiente lejano que logre algo así. Pero desde luego no me siento responsable ni siquiera de intentarlo.

Solo quiero amar con tranquilidad, y sentirme amado, por los míos, por mi gente. Por quien me quiera querer sin pedir nada a cambio. 

Solo quiero ser yo.