domingo, 16 de octubre de 2016

No lo se

Es difícil de explicar.

Esa sensación de que el suelo se resquebraja a tu paso. De que todo lo que creías seguro, hacia lo que caminabas con paso tan firme, ya no está delante de ti. De que el destino que te aguardaba a la vuelta de la esquina ahora está en un horizonte muy lejano y que se difumina.

Esa sensación de vértigo. De mareo. De agotamiento. De que tu cabeza no está del todo en su sitio y mantienes la verticalidad y el paso por mera costumbre. Por cabezonería. Porque simplemente no sabes hacer otra cosa después de tanto tiempo. Simplemente seguir andando hacia no sabes muy bien donde. Porque aunque creías que lo sabías, ya no lo sabes. Porque lo que creías que estaba ahí, resulta que no está ahí.

Esa sensación de desasosiego. De no saber nunca si tendrás una respuesta. De no saber nunca qué respuesta va a ser. De no saber si quieres que suene el teléfono o no. De no saber si prefieres que el tono de llamada siga sonando hasta agotar el tiempo, o de si prefieres una respuesta que no te va a gustar.

Esa sensación de haberse sabido amo del mundo. De haber sido dueño de tu destino. De haber estado a punto de tocar una estrella con los dedos. De encontrarte de repente con que apenas has levantado los pies del suelo y la estrella sigue estando igual de lejos que hace dos años. Igual de lejos que cuando te pedía que no intentaras tocarla.

Esa sensación.

Es difícil de explicar.